Creo recordar que la de ayer no fue la primera vez que presencié un mítin. En la manipulable infancia ya me habían dejado caer por aquel mítico cine Capitol, donde Julio Anguita hacía de las suyas. Pero no tiene comparación con el grandioso espectáculo político del siglo XXI a cargo de ZP. El municipio de La Laguna (prima-hermana de Santa Cruz de Tenerife) vivió el primer día de marzo un número montado por los socialistas, que ni Las Vegas pudo llevar a sus casinos.
Mis clases de Periodismo ya me habían advertido de que la propaganda institucional tenía características que se acercaban a las publicitarias, que los candidatos eran una mera imagen cuyas vidas y personalidades son el propio producto. Pero hasta entonces no había pensado en la posibilidad de que si no encontramos peluches de Zapatero, es porque se han agotado las existencias.
Todo ocurrió en el polideportivo Santiago Martín, popularmente llamado ‘La Hamburguesa’, gracia que fue explotada en los discursos de la tarde para ganarse la venia del populacho. Pero no se había subido el telón y la diversión había comenzado: las masas aguantaban el rato de apretujones contra las puertas bien coreando, bien ensayando con sus pancartas de ZP o, simplemente, jugando con los globos y pegatinas (marca de la casa).
Una vez abiertas, sucedió la típica carrera por ver quién cogía los mejores sitios. Eso sí, por sentarnos los primeros, nos quedamos sin las rosas que repartieron poco después (aunque luego no hubo ningún caballeroso que se congraciase con nosotros, aún habiéndose guardado como seis rosas). Había lleno absoluto en el recinto, tal que muchos se quedaron fuera.
También ocurrió lo que todos sabíamos, que permitían sentarse en las gradas tras el atril a los jóvenes que lo pedían. En contraprestación, no podían ver de cerca la primera actuación de la noche: una comparsa salió de no-sé-dónde por sorpresa. Quién podía esperárselo, si Franco no nos tenía acostumbrado en sus actos oficiales. Lo cierto es que ofrecieron un desfile por los pasillos, contoneando sus carnes al ritmo que marcaban los tambores. Corría el riesgo de que más de una dentadura saltase sobre las plumas de alguna de ellas. Aquella aparición carnestolenda no venía mucho a cuento, pero era una estratagema factible para calentar el espíritu de los asistentes.
El número principal de ZP empezaba a eso de las 18:30 horas, aunque las estrellas se hicieron esperar 20 minutos más. Mientras, fuimos sometidos al bombardeo, a través del videowall, de anuncios publicitarios y del videoclip grabado por artistas (sabidamente rojos) a favor de la PAZ. No de esa que quisiéramos, sino del Proyecto en Apoyo a Zapatero. También se intentó invertir el tiempo haciendo la ola, pero era tal el aburrimiento en el último tramo que terminó por dominar la mar en calma. La marabunta rugió cuando aparecieron los artistas: José Luis Rodríguez Zapatero como cabeza de cartel, con featuring al Congreso de José Segura y Juan Fernando López Aguilar, e introducing de Patricia Hernández para el Senado.
Se subieron al atril (que no es un tributo al Zorro o a Mazinguer Z, quienes lo habían pensado) en orden de importancia. Fue Patri la que echó más espuma por la boca, y dijo aquello de que la niña de Rajoy (esa de familia española, que quiere padres con trabajo) ya estaba crecidita y se llamaba Ana Oramas. Aunque los de Coalición Canaria sufrieron más con los duros ataques de Segura. Sin embargo las gradas, fundamentalmente féminas y afeminados, se echaron arriba al ver de frente el flequillo onduloso de López Aguilar. Pero más de lo mismo: que si el Partido Popular no trata humanamente a los inmigrantes, que si es incierto que el presidente no se preocupa por Canarias, y vuelta con la niña.
Y llegó el momento del rey del sistema, aunque lo mismo era verle por televisión. El discurso seguía siendo previsible. Subida de becas, aumento de ayudas asistenciales y pocas promesas nuevas, porque el verdadero morbo estaba en la caña que le diese a Rajoy. Y la dio. Consiguió los piropos de las marujas y robó el corazón de sus fans pensionistas. Que sí, que había jóvenes, pero no estaban tan enfervorizados. Quizás el ondeo de las banderas los había agotado. Pero bueno, fue la fiesta del socialismo que muchos allí gozaron. Mientras se lo pasen bien, bien están los culos de las comparseras y el juego de cejas de ZP.