En el último mes parece que estoy haciendo una visita “maratoniana” a las salas de cine. Ir dos veces en ese tiempo para mí es mucho, porque no suelo pasarme tanto. Me parece un robo lo que cuesta la entrada (5.60€, porque vamos a las salas esas del Yelmo Cineplex, y en horario que no admite rebaja de estudiante). Porque para lo que cuesta, para eso me compro un DVD en el Carrefour y me dedico a alquilarme películas. De todas formas, hay veces en las que casi vale la pena ese gasto, como con La Casa de Cera (Jaume Collet-Serra, 2005).
En esta ocasión fuimos al cine en su sesión golfa, que además era la más adecuada para este tipo de película: La casa de cera. Se trata de un filme de terror, el típico que los críticos ponen a caldo’ pollo (escuché algo como que posiblemente sacaría más rentabilidad una vez que se ponga en las expendedoras del Blockbuster). La trama resulta clásica: Un grupo de jóvenes americanos, todos cachondos y con una gran tranca encima, se quedan a medio camino de una cita deportiva (viajaban hacia una ciudad para ver uno de estos partidos masivos, no sé si de béisbol, rugby, o fútbol).
Lo único parecido a la civilización es un pueblo pequeño, y hasta allí se acercan para resolver sus problemas con el coche estropeado. La mayoría de sus vecinos son figuras de cera. Pero los muy bobos sólo se darán cuenta de ello cuando los asesinos estén detrás de ellos con una escopeta y un par de enormes cuchillos. Éstos son dos hermanos psicópatas que así quedaron por los maltratos de la madre, una esquizofrénica pero gran artista haciendo figuras de cera. Cuando poco a poco vayan llegando estos chicos ingenuos al pueblo, los asesinos irán en su captura para bañarlos (vivos o muertos) en cera, y culminar así la obra: habitar el pueblo de figuras.
Aquí va mi crítica a La Casa de Cera: El objetivo de este tipo de películas es ofrecer descuartizamientos sin ton ni son. Sin embargo, el espectador, que acude a la sala para ver todo el baño de sangre posible, ha de esperarse bastante. Tiene un prolongado principio que sirve de presentación de los personajes y del escenario, aunque de vez en cuando hay pequeños sobresaltos.
Otro aliciente es ver a Paris Hilton, la heredera guarrilla del imperio hotelero que aquí pasa a ser la novia guarrilla del típico negro deportista. Yo creo que incluso antes de comprarse las palomitas en la entrada, el espectador sabe que Hilton está condenada a morir. No verá ninguna teta suya al descubierto, pero verá más interioridades (aunque dudo que ver su cabeza partida en dos excite a cualquier fan suyo).
También habrán chicos de músculos inyectados a presión. Advierto que sólo habrá una escena que caliente un poco las butacas, y es la de ese que se parece a Justin Timberlake, cuando se quita la camisilla para dársela a su hermana, cubierta de sangre.
El final también es tremendo, cuando se sucede un incendio en la Casa de Cera (que sí, que existe, que es un museo en este pueblo), y buenos y malos se las van a ver con todo derritiéndose a su alrededor, sobre todo cuando estén en el segundo piso, pues hasta el suelo es de cera. En definitiva, una cinta que no ganará el Óscar a la mejor película, pero tampoco al peor desastre cinematográfico.