Llevo años sin poder clasificar el género de La Purga. Es una saga que oficialmente se cataloga como terror. Pero a medida que han vomitado nuevas secuelas he visto muchos giros de suspense y acción. Eso, por no hablar del enorme trasfondo social y político de su esencia: la crítica al “”God bless America” y al sistema patriótico. En cualquier caso, cada vez que estrenan un nuevo film supera en taquilla al anterior. Es una razón más que suficiente para lanzar su versión televisiva (a espera de algún parque temático, camisetas del Primark y merchandising armamentístico).
Desde que vi en cines la primera cinta de La Purga (James DeMonaco, 2013) soy fan incondicional de esta franquicia y de todo lo que tenga que ver. Ya no sólo por su género de miedo, las persecuciones, las matanzas, la sangre (no os asustéis, en realidad soy un tierno corderito). Se ha mantenido como una gran saga emergente gracias al universo crítico que ha creado alrededor: si en Norteamérica aman tanto las armas de fuego, qué pasaría si se les permitiera delinquir y asesinar a su libre albedrío.
Esta también es la síntesis de la serie La Purga, con la que la cadena por cable USA Network ha arriesgado ponerla en marcha y con acierto (de hecho ya están preparándose nuevas temporadas). Nuevamente hemos visto cómo nuevos personajes viven, esta vez en el estado de Luisiana, esas doce horas anuales. Ese es el tiempo por el cual los Nuevos Padres Fundadores de Norteamérica han legalizado el crimen y la delincuencia. En esta ocasión disfrutaremos de una multitrama, diversas historias que irán conectándose según transcurran los episodios.
Por un lado tendremos el tema de las sectas suicidas y un chaval que quiere sacar de ahí a su hermana. El desacierto es que ese rollo fanático da tanto juego que apenas los creadores de La Purga le sacan jugo. Sin embargo el flashback familiar explica tan fantásticamente bien cómo cada uno ha llegado dónde está, que se lo vamos a perdonar. Por otro, hay una ejecutiva a tope de Girl Power que lucha por posicionarse en un mundo de hombres. El hándicap es poder abrirse camino en una noche donde todo está permitido y los compañeros quieren ascender apuñalando por la espalda. Es una metáfora que vamos a ver representada de forma literal y deliciosa.
También contamos con un matrimonio que aboga por el amor y la paz, pero que deben nadar a contracorriente si quieren llegar alto en el mundo de las start-ups. O por lo menos es lo que me pareció. Aunque es de las historias menos sólidas y más enrevesadas (empiezan a cruzarse personajes por su camino, a cuento de qué si no contribuyen al desarrollo final), sí es cierto que es de las más tiernas. Habrán tramas más pequeñas y situaciones anecdóticas que aliñan La Purga a base de bien.
La serie de USA Network tiene dos aspectos que la han convertido en una de las series del año, a mi juicio: de una parte, La Purga consigue finales imprevisibles sin que deje de ser merecido o trastoque el sentido de las historias. De otra parte, ese ambiente tan ‘Gotham’. Vemos arrastrarse a una comunidad decadente que se revuelca en sus miserias. El poder hacer lo que les venga en gana refleja los deseos ocultos de la humanidad. Esto, a los ojos del espectador, desquicia moralmente y a la vez disfruta por, quién sabe, sentirse identificado.