Gran Canaria: sol y mar, verde palmar

Hay gente fuera de las fronteras archipielágicas de Canarias que concede a este (humilde) servidor unos momentos para leer sus particulares impresiones e ideas sobre el mundo. Escribir ahora sobre los valores de Gran Canaria, mi isla no sólo se basa en mi deseo de mostrárselo a ese grupo (además de mantenerlos presentes en mis paisanos), sino también en una sana intención de poder fardar de las maravillas de las que me veo rodeado y que se embuten en un territorio al que la publicidad local se refería hace años como un “continente en miniatura”.

Este repaso de Gran Canaria (demasiado breve para todo lo que en realidad podría y querría hablar) se inicia desde una vista general, que os haga una idea de su ubicación cuasiremota. En el ángulo inferior izquierdo podréis apreciar como unas bolsas en el forro de un libro (porque ese efecto de relieve así lo hace aparentar), está ese conjunto de siete islas canarias, a la que en esta ocasión me referiré concretamente a Gran Canaria, resaltada a propósito por donde está África (que a más de un de por ahí le gustaría para ahorrarse el viaje en cayuco).
 

 
El turista que arribe en el Aeropuerto de Gran Canaria (popularmente conocido como el “de Gando” por su localización en un sobresaliente geográfico), que sepa que involuntariamente estará bajo la jurisdicción del municipio de Telde (el 2º en importancia). ¿Qué destacar del sitio, sin ser Alcampo o el Palmeral de Pepsi? Pongamos que la plaza de San Juan.
 

 
Aparte de la capital, lo que más deseará el turista en Gran Canaria será dirigirse al sur de la isla. Allí está esa zona típica de hoteles y servicios a los pies de su cartera, para que se deje la tarjeta a la entrada y a la salida de Maspalomas, un lugar con encanto. Las famosas dunas de Maspalomas, cortadas de lleno en el horizonte por el mar, son panorámicamente hermosas. ¿Qué decir del Faro o de la Charca en la que habitan criaturas genéticamente imposibles?
 

 
No sólo esta parte de la isla de Gran Canaria es la única que ofrece un amplio abanico de ocio. Existen playas como las de Patalavaca o la de Puerto Rico (cuídese de buscar un apartamento en la zona baja, porque como no haga reserva con suficiente antelación lo veo a usted en uno en lo alto del risco, y bajar es una auténtica odisea). Pero nos detenemos en Mogán, donde descansa nuestro familiar submarino. Pruébese a montar y se mezclará con la rica fauna marina que tenemos.
 

 
Abandonamos el área que más páginas ocupa en los catálogos de viaje para adentrarnos en los parajes rurales de Gran Canaria, no por ello menos importante. Eso sí, a partir de ahí átese bien el cinturón, que la orografía del este implica más curvas de las que Fernando Alonso podría aguantar.
 

 
En el interior de la isla de Gran Canaria existen verdaderos paisajes rocosos, igualmente impresionantes. Anótense el Barranco de Fataga, la Caldera de Bandama, o la Cruz de Tejeda, lugar adecuado para los amantes del turismo rural. Sin embargo, el rincón más alto el es Pozo de Las Nieves.
 

 

 

 

 
Sin duda, el lugar más conocido de Gran Canaria es el Roque Nublo, protagonista de muchas canciones de nuestro repertorio folclórico, entre folías y poemas. Muchos chicharreros la desmerecen frente al “padre” Teide (en un segundo plano en la imagen), pero que no se olviden de que la “Madre” Nublo es soberana.
 

 
El paisaje grancanario también es resultado de nuestra historia, tanto Cuatro Puertas, en donde los aborígenes procedían a rituales religiosos antes de la Conquista por Castilla en el siglo XV, como el Cenobio de Valerón, un enorme almacén de comida.
 

 

 
Una de las localidades con más tradición en la isla de Gran Canaria es Teror. Allí se conservan casas señoriales, se fabrica el chorizo de Teror (como la sobrasada, pero menos picante), se organizan los populares mercadillos los domingos y festivos, pero fundamentalmente se convierte en centro de atención a principios de septiembre ante las fiestas de la patrona DE CANARIAS, la Virgen del Pino (ni que decir tiene que la historia comienza cuando alguien cree verla en un pino).
 

 
En Gran Canaria tenemos una única catedral (en Las Palmas de Gran Canaria), aunque así es también conocida la iglesia de San Juan Bautista de Arucas, levantada con la buena piedra del lugar sobre el siglo XIX. ¿No os resulta curioso como a mí un edificio de esas magnitudes en una localidad rural?
 

 
Y llegamos a Agaete, pueblo costero por excelencia. Esas casas blancas con puertas y ventanas azules forman ya parte del arte insular. Ni que decir lo que significa para nosotros el Dedo de Dios, hoy convertido en muñón tras el paso de la Tormenta Delta el pasado mes de noviembre, que tiró abajo lo más significativo de la roca.
 

 

 
Y nada, que el viaje por la isla termina aquí. Siento haber dejado muchas cosas atrás, como la Cueva Pintada de Gáldar, Vecindario que está de moda por su industria florecer o la fábrica de Ron Arehucas. Pero me resarciré algún día de estos con alguna segunda parte. Como debería resultar evidente, me dejo atrás la capital de la isla. Pero me reservo el placer de ser yo mismo quien vaya dando saltos por ahí sacando fotos para colgarlas ahí, y explicarlas con más paciencia.

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