¿Qué pueblo de la España profunda no cuenta con una o varias orquestas? Aquí, en Canarias, contamos con un buen puñado. Están aquellas, fieles a la Yamaha legada por los pioneros de las veladas modernas, que rivalizan por tocar Dame tu guayabita, dámela bien madura en la boda del hijo del que lleva el Spar en el barrio de Las Torres. En cambio, están aquellas otras, más multitudinarias y respaldadas por alguna discográfica con poco futuro, que si bien no son herederas del arte gomero, han nacido al calor del Castillo que tantos fines de semana ha llevado la fiesta “guanijey” a Agüimes. De este último subgrupo destaca la Orquesta Tamarindos, una de las más ancestrales de las islas. Su formación original data de 1980. Y digo “original” porque a este paso está a punto de arrebatarle el récord de integrantes a La Década Prodigiosa.
Además de compartir escenario con artistas de la talla de Celia Cruz, Oscar de León o Edwin rivera, creo que tiene más mérito el haber puesto banda sonora a verbenas tan memorables para muchos canarios. Suso nunca se olvidará de cómo la banda de “Alersi” le marcaba la cara mientras tocaban Salvaje, o el caso de Jenny del Carmen, que al ritmo de La Loba la montaba Jhonny “El Chino” tras un chiringuito. Son esos momentos tan especiales en los que la Orquesta Tamarindos ha estado presente, formando parte de la historia popular canaria. Eso, sin duda.
Pero en los últimos años asistimos a una auténtica revolución dentro de la Orquesta Tamarindos. Será el nuevo manager, será la nueva discográfica, pero lo cierto es que son comprobables las grandes aspiraciones que están convirtiendo a la Orquesta Tamarindos en los Backstreet Boys de la pachanga.
Yo así lo empiezo a notar cuando hace dos años, gracias a la labor humanitaria de Telecinco, veo durante la publicidad el videoclip de estos tres jóvenes cantando Déjala que baile sola. Me fascina la definición que hace la productora, ALFACON: “su letra está inspirada en las mujeres que les gusta bailar sola y que no quieren que nadie les moleste porque de esa forma se sienten felices” (¡nunca imaginé que la felicidad femenina fuera tan simple!). Desde entonces ya veíamos cómo aquellos legendarios componentes quedaban en un quincuagésimo plano, mientras estos chavales recién llegados llenaban los primeros.

A su vez, como en cualquier banda comercial, uno de ellos era el que copaba el protagonismo. En un principio, Bencomo Morales (ese que en la portada parece decir “a Dios pongo por testigo que mi jersey naranja es más molón que el de éstos dos”), era quien encantaba a la cámara mientras el resto quedaba detrás, forzando la voz a grave para llegar a cantar “síguelo gozando, síguete moviendo… ¡con Tamarindo!“.
Pero debió pasar que Jose y Néstor se rebelaron en el piscolabis tras una actuación, y en el último disco ya podemos escuchar a la Orquesta Tamarindos. Ese importante cambio tenía que venir acompañado con una nueva imagen. Sólo hay que entrar en la página web (www.orquestatamarindos.com) y ver la cara d mala ostia que tienen en el intro…

El navegante también tiene la oportunidad de descubrir en el sitio, muy currado por cierto (todo sea dicho), múltiples secciones y algunas muy curiosas. Recomiendo no perderse la sesión fotográfica de “Benqui”, que en un principio se habían hecho para una edición del Vanity Fair. Pero a última hora entró el anuncio de una crema hidratante para ocupar el espacio sobrante.

Otras secciones de la Orquesta Tamarindos no os dejarán menos inquietos, especialmente la dedicada al merchandising. En ella encontraréis objetos de auténtico coleccionista, que en eBay son imposibles de conseguir (ja, indiscutiblemente) pero que la web hace el esfuerzo de sacarlas del descatálogo 2005 / 2006 para las incondicionales de los chicos. El fabuloso colgante sería un maravilloso regalo de aniversario, mientras que el diseño exclusivo de las camisetas daría un toque de alegría mientras pintamos la casa.

No podía dejar de hacer algún comentario analítico a uno de los videoclips de la Orquesta Tamarindos. Ya os podéis imaginar por qué he elegido El baile del pingüino. Nadie les dijo que el clásico Baile del perrito de Wilfrido Vargas es insuperable, y que cualquier intento de copia sería humillante. Pero a ese valor que tuvieron no hay que restarle mérito. Sí a la localización del vídeo, en un parque de atracciones, en el que se suceden imágenes que al verlas se nos hace difícil pensar en lo mal que lo pasaron rodando. En verdad, nada tiene relación con la canción. Pero suponemos que se agarraron a ese Plan B cuando los del Loro Parque les negaron el acceso al pingüinario. Al menos dispusieron de un pringao al que convencieron para ponerse ese horripilante disfraz de pingüino. Admitimos que sus pasos son los acordados con el baile. Pero fijándome bien creo que estaba pidiendo ayuda porque se estaba asfixiando. Al menos, disfrutó lo que pudo con las lindas bailarinas.