Hacía tiempo que quería tratar este tema, el de las idas y venidas de algunos de los mandos de poder en Europa. No es que el Papado ni las monarquías me quiten el sueño. Pero es que los informativos han hecho una cobertura tan colosal de los recientes acontecimientos, que da la sensación de que quien se ha muerto ha sido el presidente de mi comunidad de vecinos. Pienso que la importancia de todos estos hechos deben tomarse o no como cada uno se lo quiera tomar, no como la prensa nos la embuche.
En clase de Periodismo me comentaban con sorna uno de los titulares de EL PAÍS, que calificaba a Juan Pablo II como el personaje más importante de la pasada centuria. ¡Qué pena que quitaron Genio y Figura de la televisión, porque este redactor hubiera triunfado! ¿Qué ha hecho este Papa para figurar en las enciclopedias? Lady Di también aparece y no gracias a ella se tiró abajo el muro de Berlín. No niego que Juan Pablo II sea querido por las masas, incluso por las que no son católicas.
A mí también me ha conmovido ver a una persona enferma luchando por vivir y e intentando salir hacia delante, yendo de acá para allá actuando de diplomático (que es esa realmente su función). Pero creo que tampoco es merecedor de ese “bombo y platillo” que le han dado los medios. Pero más verdad es que más que haberse muerto un Papa, se ha muerto uno de los personajes más carismáticos del siglo XX.
Otra cuestión que me ha llamado bastante la atención han sido las largas colas para ver al cadáver del Papa. No entiendo cómo hay gente capaz de recorrer miles de kilómetros para ir al duelo de una persona que jamás la ha invitado a su “casita” del Vaticano a tomarse un cortado, mientras ni se molestan, en cambio, en apiadarse de una persona más cercana (y/o más o menos benevolente) a su entorno. Y reconozco que yo hubiera ido si hubiese tenido tiempo y dinero. Pero simplemente por ver y formar parte de la historia.
Y ahora tenemos nuevo Papa, el peor que nos han podido dar: ultraconservador, homófogo, radical, machista (por sus ideas sobre la “intromisión” de la mujer)… Así es Ratzinger o Benedicto XVI, como algún día señalará su tumba. Pero sé que se trata de un Papa de transición, que no va a durar mucho en esta viña del señor: 78 años y enfermo del corazón, muy lejos no va a llegar.
Por otro lado, hay muertes que, antes de producirse, ya se sabe que van a ser polémicas y sus consecuencias tan relevantes como para cambiar la historia de algo. La de Juan Pablo II afecta a la historia de la iglesia; la más que probable muerte de Fidel Castro (a menos que se tome uno de esos brebajes mágicos de las películas) podrá ser decisiva para la historia de Cuba; la desaparición de Rainiero III de Mónaco ha servido para saber si a su hijo Alberto le dejaría en herencia la “roca” aún sin haber pasado por el altar.
Y así fue. Tampoco ha sido una pérdida a la que debamos de llorar tres meses (al menos, si no somos monegascos o no tenemos la suerte de tener una cuenta bancaria en el Principado). Solo espero y deseo que este cambio en el panorama político no quite portadas a las peripecias de Estefanía. De lo contrario, ¡qué vida tan aburrida a la que estaríamos sometidos!
En definitiva, que debemos ser conscientes de que nosotros también tenemos familia que merece (para bien o para mal) dos telediarios y una cobertura 24 horas.