ESTO ES… un borrachuzo en la guagua

Chacho, chacho, chacho. ¡Qué cargada viene la guagua! Bah, mejor, que si luego me viene el apretón me peo tó, que cualquiera dice que soy yo. Además, total, pa’ los olores que traigo encima. Pero no es de alcohol, que no soy un borracho. Qué culpa tengo yo de que aquel vaso de agua se convirtiese en aguachirle en un momento, o en cerveza. Qué más da. Total, al final todo lo acabas meando igual.

¡Qué traqueteo este de la guagua! Mejor te ponemos a ti al volante, que te veo con el libro de la autoescuela. ¡Chooofer! Pare, coño, y así se pone la chiquilla, que vaya cogiendo práctica. No sea así, chofer. A lo mejor el chofer es Pepe, porque tiene a la guagua como al gallo. “Racatapúm chimpúm, el gallo subeeeee. Echa su polvorete, racatapúm chimpúm y se sacudeeeee”.

Boh, no es viaje éste. Ja, ja, ja. ¡Buaj! Menudo gallo tenía en la garganta, parecía chicle. Y hablando de chicle, ¿por qué dicen que los desiertos son desiertos cuando se supone que Dios está en todas partes? ¿Y tú crees en esas cosas? Yo te digo que Dios no existe, porque Dios soy yo. Por lo cual no existo, pero sin embargo tengo una chuza encima que no me aguanto de pie.

Oye, tú qué miras. Tú a mí no me mires así, que en tres segundos llegas a tu casa del viaje que te meto. Mira él, el enterao éste… eh… Se cree el rey del mambo, y con Tito Puente tuvimos demasiado, compadre. Arránquese ahí, que yo le sirvo de trompeta. Niano, niano, niaaaaa… aaa… ¡aaarg! Esta trompeta está desafinada. ¡Puaj! Boh, todavía tenía medio chicle atravesao.

¡Oh! Me dejé la cachucha en el bar. Déjame bajar a por ella, aunque no sé pa’ qué. Allí los compadres se maman tó lo que esté sobre la barra, oíste.

Chofeeeer, abra la puerta, coño, ya.

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