En mis últimos artículos he hecho pequeñas referencias acerca del carnaval chicharrero (entiéndase de Santa Cruz de Tenerife). Y cuando apostillo eso de ‘chicharrero’, no será para rendirle un poema de amor y arrebato pasional. Pero no me podéis juzgar ni condenar por ello, mucho menos en este contexto carnestolendo. Y es que este año me lo han ‘puesto a huevo’ con Belén Esteban, porque el ayuntamiento capitalino ha organizado unas fiestas que serán recordadas como quien recuerda la última plaga de langostas.Esta crítica va alejada de la sonada sentencia que inicialmente obligaba a suspender “los bailes y fiestas que provocan excesivo ruido desde el atardecer hasta la madrugada”, tras la denuncia presentada por un grupo de vecinos de la zona afectada (al poco, la suspensión cautelar fue levantada). Aún así, en esta llaga también podría hurgar, porque dicha denuncia es del pasado año y las autoridades civiles no aprovecharon todo este tiempo para tomar medidas que satisficiesen a todos.
Aparte de eso, la Plaza de España (epicentro donde se celebran los mogollones) está en obras, y también desde hace un tiempo excesivo. No sólo es que muchos nos hayamos quedado sin bancos donde brindar con calimocho, sino que tampoco queda bonito bailar los éxitos de Willy Colón entre una pibita ‘que se sale’ y una valla polvorienta.
Esta edición ha sido dedicada al tema ‘fashion’, la moda y todo lo glamoroso. Pero no todos lo han entendido así, o al menos en el sentido (convenientemente) más estricto. Miguel Zerolo y sus secuaces del ayuntamiento decidieron contratar al bailarín y coreógrafo Rafael Amargo para dirigir la Gala de la Reina de este año. La intención era hacer que los espectadores no se cayesen al suelo de aburrimiento (como suele pasar en eventos de este tipo) y montar el espectáculo desde un punto de vista televisivo.
Amargo debió entenderlo al pie de la letra, porque encima se puede decir que se basó en un formato poco digno de televisión. Y es que entre una cosa y otra aquello pareció una especie de El Programa de Ana Rosa (Edición de noche), con Belén Esteban de esperpéntico colofón.
No quisiera mojarme mucho, porque no es que tenga demasiados derechos. No vi la Gala del Carnaval de Tenerife 2007 (aunque escuchaba los ‘asombros’ de mi madre desde el otro cuarto), pero sí quizás tres o cuatro minutos de la repetición para ver cómo lo hacían los presentadores y si el público era capaz de seguir viviendo, porque en las largas horas que duró la ceremonia daba la impresión de que abucheaban más que respirar.
La polémica estaba servida desde la designación de Amargo, más cuando despreció el atractivo de las Canarias a la hora de organizar un casting para el cuerpo de baile y las comparsas. El resultado era de esperar, estremecedor. Desde que el público asistente vio aparecer por el escenario a Belén Esteban, eso fue el “préndele fuego y vámonos”.
Este ser inarticulado comenzó su actuación subida a unos andamios, prácticamente sin hacer nada que la lógica humana relacione. Luego bajaron a Belén Esteban de una manera que hasta ella misma se asustó (anda que si llega a ver el espectáculo completo, se le desencaja la cara), y los movimientos posteriores eran como para hacer tiempo hasta que terminase el bochorno.
¡Vaya ‘godada’ de Gala!, como aún exclaman muchos que tienen en su poder el sentido del buen gusto. Ya que el elenco de presentadores en los carnavales de Tenerife 2007 era tan largo, podrían haber colado a alguien que diese una nota de familiaridad con las Islas, aunque sea a Marcela Kauffman. La actuación de Bibiana Fernández sí que estaba fuera de lugar, que en vez de interpretar La Zarzamora, podía haber cantado De La Isleta al Refugio (“yo soy Chona la Cangreja, hija de Pancho Pahíndo”).
Milagro que Amargo dejó actuar a las murgas que, aunque también tiene su punto cansino, al menos su presencia está más justificada. Los Diablos Locos quiso ser el conjunto que pasase de las críticas en sus letras a la acción, y dio plantón al director en pleno directo. Los presentadores después no pudieron sentirse más descolocados…
Las molestas obras del Tranvía, el caso de Las Teresitas, y ahora esto. No me atrevo a jugarme el cuello apostando por el futuro de Zerolo tras los carnavales de Santa Cruz de Tenerife 2007. Lo que sí queda para sus restos son las pitadas merecidas de ese público que una vez le votó, no precisamente para sentirse avergonzados con la imagen que la Gala de Amargo y Belén Esteban ha creado de los carnavales chicharreros.