ALBER-TOP. La imagen de mi vida (I)

Antes que nada, feliz 2008 y bla, bla, bla… Iniciamos un nuevo curso anual con una serie de artículos para regocijo nostálgico. Es otra de las cosas que tienen las navidades, que aunque no quieras ponerte a recordar que todo pasado fue mejor, ahí están los medios para arrastrarnos de nuevo a la vida en blanco y negro. El paradigma lo encontramos en La imagen de tu vida, esa serie de programas con el que en su momento TVE trataba de celebrar su 50 aniversario.

El equipo de Jesús Hermida seleccionaba con exquisita subjetividad lo que creía que eran las 650 imágenes de nuestra vida. En loa de mí mismo y de mis criterios (una vez más), me sirvo de dicha lista para confeccionar mi propio programa, que se emite desde hoy y semanalmente durante el mes que nos aborda. Y nada mejor que empezar la serie de 25 vídeos con un bloque dedicado a esos programas regulares que hacían del sofá el mejor amigo, mandos aparte. Insúltame si quieres, pero aquí arranco ya:

01. Un, dos, tres.

¡Qué cosas! Fíjate, que coincido con el público general en señalar al espacio de Chicho Ibáñez Serrador como uno de las mejores producciones españolas. Bastante entretenido que era, pues mezclaba el concurso, el musical y el humor con la cultura. Todos sabemos que fue trampolín para nuevos talentos y dio cobijo a personajes memorables. Convirtió a la Ruperta en un auténtico icono (la de chicles que me compré para que me tocase una), que si era elegida por los concursantes bien podía tener escondido un apartamento en Torrevieja, como miles de cajas de cerillas. Sólo había que tentar a la calabaza.


02. Cristal.

Quién no recuerda el amor de Carlos Alfredo y Cristina, que eran de diferentes clases sociales y por eso era repudiada por la madre de aquél, que al final resultó ser la suya también, fruto de su relación con un cura, el mismo que terminó casándoles. Y no, no era incesto porque se descubrió que Carlos Alfredo era adoptado. ¡Qué fuerte! También descubrimos a personajes míticos, como Piero, el diseñador con más plumas que el lapicero de Cervantes, que soltaba frases como “de lo last”; o doña Adelaida, que antes de comenzar cada capítulo aparecía en cualquier sitio insólito del país, rodeada de marujas como ella para hacer lo que todas: criticar a Marión.


03. Quién sabe dónde.

Nunca un programa me había provocado tanto miedo como el de Paco Lobatón. Era lógico: se emitía tarde y los niños de 10 años se resisten irse pronto a la cama . Luego, normal que me costase dormir, con aquellas dramatizaciones propias de Rob Zombie, acompañadas de una música ambientada del Pasaje del Terror. Peor los familiares, que tenían que tener sangre fría para ver en el plató esos vídeos de cómo han desaparecido sus allegados, como quien ve La matanza de Texas.


04. Verano azul.

Descubrí las andanzas de Desi, Pancho, El Piraña y los demás de la pandilla gracias a las trilladas reposiciones. Míticos eran los momentos en que iban a darle el coñazo a Chanquete, cuando Bea fue con falda larga a la playa el día que le vino la regla, o cuando se manifestaron por el barco cuando en realidad lo que querían era comer sardinas.


05. El precio justo.

La edición posterior de Carlos Lozano era un chiste de mal gusto al lado del formato presentado por Joaquín Prat. Aquellos lunes sí que eran emocionantes, ver a los concursantes correr y saltar con sus jerseys de punto, rompiéndose la cabeza para saber cuánto valían unas alpargatas (algunas daban flamantes vueltas en el escaparate), presentadas previamente por la cálida voz de Primitivo Rojas. Además, gracias a ese programa aprendí lo de ilimitados que pueden llegar a ser las números…

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